Ticonderoga probablemente sea uno de los títulos menos conocidos del genial Hugo Pratt. La sombra de Corto Maltés es alargada y todo lo anterior a éste parece que no existió o no merece la atención. Craso error. Hay autentícas joyas como Secuestrado, Sandokán o joyitas como L`Ombra. Todas anteriores al celebérrimo Corto Maltés.
Diez años antes de la primera aparición de Corto Maltés, en 1957, el guionista Héctor Germán Oesterheld y Pratt inician las historias de un Ticonderoga Flint, un personaje que recuerda en muchos aspectos -espíritu aventurero y romántico, sentido de la leatad, el honor y la amistad- al marinero inglés. La serie apenas duró dos años y cronológicamente se ubicaría entre Sargento Kirk y Ernie Pike. Luego las aventuras de Ticonderoga las continuaría la ayudante de Pratt, Gisela Dester.
Y si el nombre de Pratt no fuera suficiente para reivindicar este título, añadamos el de Oesterheld, quien ese mismo año que ideó Ticonderonga, también creó El Eternauta y poco después Mort Cinder (1962), una incuestionable obra de arte se mire por donde se mire. Tanto a nivel argumental como gráfico, con un Alberto Breccia en el cénit de su etapa artística.
Poco ayuda, bien es verdad, reinvidicar un título así cuando las ediciones no están ni mucho menos a la altura de la obra. A día de hoy en castellano sólo existe un recopilatorio (incompleto) editado (nefastamente) por SCN Editor (Argentina, 2004), donde se destruye de forma salvaje el trabajo de Pratt y de Dester, quemando las aguadas y ennegreciendo el dibujo.
Ticonderoga fue editado en la revista Frontera y Frontera Extra,
de ahí que algunas páginas fueran remontadas o tengan formatos diferentes
Otra cuestión que podríamos también plantear es el de los originales y su conservación. El poco respeto y consideración que tienen algunos coleccionistas que piensan que ese "objeto" es suyo de pleno derecho, y creen que pueden hacer con él lo que quieran. Sin darse cuenta de que se trata de un bien general y cultural, un patrimonio artístico, y que, en realidad, es responsable de su conservación. Y digo todo esto a raíz de la siguiente plancha de Ticonderoga, cuyos textos fueron despegados por su antiguo propietario porque "eran una mierda" (sic) y, según él, afeaban el original. Lo peor de todo es que este coleccionista pasa por ser uno de los más importantes de España y un muy reconocido -aunque cada vez con menos crédito- editor de cómic.
En resumen: tanto una cuestión -la mala edición- como otra -el poco respeto a la plancha original- hablan muy bien del poco amor al cómic que tienen algunos y, sin embargo, viven de él.