Hace un par de años contaba la historia de aquel grupo de chavales obsesionados con los tebeos de Shang-Chi. Hoy os la voy a recordar de nuevo. Resulta que aquella era una pandilla curiosa. Todos ellos se peleaban por tener un padre llamado Fu Manchú. Uno de ellos practicaba kárate y a la salida del gimnasio, Budokán para más señas, intercambiaba sus cómics de Shang-Chi con un amigo que de mayor quería ser Bruce Lee (sic). De hecho, se había montado una sala de pesas en su dormitorio y estaba fino y fibroso como el cabroncete de Lee. No aprobaba ni una en el insti, pero se sabía con nota todo lo relacionado con su maestro: datos biográficos, anécdotas de sus películas, los katas, el mortal "golpe de una pulgada"... El grupo lo cerraban dos vecinos del barrio que eran los que repartían el bacalao. Uno de ellos hacía negocio con el intercambio de esos cómics cuya cabecera rezaba en letras gigantes "ARTES MARCIALES". El otro vecino, amigo íntimo del primero, aprovechaba la cercanía para saltarse la cola de turnos y se empapaba de golpes mortales y patadas imposibles, perfectamente coreografiadas con una hipnótica composición de página. Y el dibujo molaba mazo, oye.
Algún día contaré cómo terminó aquel enfrentamiento con una pandilla del barrio vecino, donde pusieron en práctica sus conocimientos de artes marciales.
Original de Jim Starlin
The Deadly Hands of Kung Fu #01 - The
Testing of Shang-Chi (1974)
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