¿Acaso pierde valor un Tiziano cuando lo restaura el Museo del Prado?, me respondía mi amigo Antonio. A lo que yo añadía:"Si ayuda a recuperar la obra y a frenar su deterioro, lo revaloriza."
Y es que el asunto de la restauración de una pieza es un asunto peliagudo y nada consensuado, no crean. Desde que empezara a practicarse allá por finales del siglo XIX, la cosa ha ido casi por modas, escuelas y criterios enfrentados en las mayoría de los casos. Pero incluso los restauradores profesionales Del Prado se plantean una serie de preguntas: ¿se opta por conservar sin añadir nada?, ¿se le devuelve el aspecto original a la obra?, ¿se repinta?, ¿pigmentos naturales o sintéticos?, ¿se opta solo por conservar?,... Hablamos no ya de intervenir o no una obra de arte, sino también del cómo.
Y todo esto viene a cuento de este original. El papel aún mantenía su estado original, no había amarilleado; pero, como se puede observar, existía otro deterioro aún más grave: había líneas de tinta muy desvanecidas o casi desaparecidas.
Efectivamente, el autor, Gil Kane había empleado rotuladores con diferentes grados alcohol y ya sabemos que la luz y el alcohol se llevan fatal. Siendo fiel al estilo y trazo del autor. Todo parecía indicar que exigía una intervención directa. Es decir, para evitar la desaparición de estas líneas de tinta y evitar que, con el tiempo, otras muchas fueran por el mismo camino, había que entintarlas de nuevo. La cuestión era quién se podría encargar de esta intervención y que no acabara la cosa como el trafico-cómico Ecce Homo de Borja.
Por lo tanto, encargarle la restauración a un especialista fue una primera opción; sin embargo, se optó finalmente por buscar dentro del campo del noveno arte a un entintador profesional. Uno que respetara en todo momento la línea y el trazo del autor original y no incorporara "añadidos". Tras barajar algunos de ellos, se contactó con Juan Manuel Muñoz Chueca, un profesional del medio vinculado al mundo del tebeo y las series de la Editorial Bruguera, especialmente a Mortadelo y Filemón. En un principio se podría pensar que lo superheroico y tebeo brugueriano están en las antípodas, pero, señores, una línea es una línea, un trazo y un curva, lo mismo, representen lo que representen en su estadio último. Y se buscaba a alguien que entendiera eso y lo respetara sin aportar reinterpretaciones. Y creo que se acertó con la elección final. Juzguen ustedes, pero creo que se ha realizado un trabajo impecable recuperando este original y devolviéndole su aspecto más exacto al que tuvo cuando salió de la mesa de Kane.
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