El inicio de la historia de Fantastic Four #236 se publicó en
Los 4 Fantásticos nº20 (Volumen 1) de Cómics Forum
Corría el año 1984 y Los 4 Fantásticos era, sin duda alguna, la colección Marvel preferida de aquel muchacho. Cómics Forum la publicaba entonces, de forma más respetuosa, incluyendo las portadas originales americanas, y cronológica a como lo había estado haciendo Ediciones Vértice durante casi dos décadas atrás. Sin embargo, no siempre esto era así...
Por ejemplo, ese verano de 1984 -un mes de agosto para más señas-, en el número 20 de la colección Forum publicaba Fantastic Four#235 USA (la historia de Ego) y parte de Fantastic Four#236 USA (el número especial del vigésimo aniversario de la serie). Por lógica, en el siguiente número concluiría el mencionado número con su portada. Pero no. Al menos no fue así del todo. Finalizaría la historia especial de 40 páginas, sí, pero la portada del cómic había sido sustituida por otra, un tanto desconcertante, perteneciente a Marvel Age #14 USA, donde se homenajeaba al primer número de la colección americana con el propio Byrne saliendo del suelo y luchando contra el cuarteto. ¿Y la portada original? Tal como habían advertido, se incluiría en las páginas centrales como póster extraíble. Y llegamos al meollo de este post...
En esta historia hay un chaval de 11 años que devoraba cómics americanos y novelas de ciencia ficción. Se gastaba religiosamente toda su paga en cómics de superhéroes. Marvel era su dogma e Issac Asimov lo más parecido a un dios. Y, siguiendo con las analogías, esta historia del FF#236 USA sería lo más cercano a unas sagradas escrituras.
Así que no es de extrañar que durante años, décadas diría, estuviera ese póster colgado en el cuarto de un chaval que se pasó toda su adolescencia disfrutándolo, adorándolo casi. Allí estaban todos los personajes Marvel que admiraba y seguía mes a mes, dibujados por su autor de cómics favorito, John "The Best" Byrne.
Pasaron los años y ese chaval que coleccionaba cómics, pasó a coleccionar originales de cómics. Los pósters fueron sustituidos por originales. Y, por supuesto, su primer original fue uno de Byrne. Y luego otro, y luego otro más. Poco a poco, la nostalgia fue adornando paredes de su casa y sus autores favoritos fueron rellenando también varias carpetas Itoya libres de ácido. Y a pesar de que cada vez había menos espacio en las paredes y las carpetas estaban a rebosar, siempre habría un hueco, un espacio, para el original que llegaría un día.
Y pasaron más años aún, y un día ese original llegó. ¿Adivinan de qué autor? ¿A qué colección pertenece? ¿A qué número? Pues sí, ahí abajo lo tienen ustedes. Hoy aquel muchacho es más feliz, ya tiene su capricho concedido. Lo terminará colgando en el hueco que le tenía reservado. Probablemente se parará delante de él cada vez que pase a su lado. Con el tiempo habrá otra pieza deseada. Puede que llegue algún otro día. Puede que no. Pero entonces habrá otra. Y luego otra más. Porque en eso consiste el coleccionismo. Como todo vicio y droga que es, nunca tendremos suficiente...
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