¿Quién le niega a un hijo una cosa así? Pues un servidor, oye, los bichos pal campo. Aunque, bueno, a medias...
Hoy he ido a recoger el perrito. Luego he ido al cole a recoger a la niña. Esther, vamos a casa le he dicho a la niña, que en casa nos espera el perrito que tanto querías. No veas qué ilusión llevaba la chavala. Y al llegar le he indicado, ahí está, en ese sobre. ¡Qué extraño! Un perro no cabe en una carta...
Hoy he ido a recoger el perrito. Luego he ido al cole a recoger a la niña. Esther, vamos a casa le he dicho a la niña, que en casa nos espera el perrito que tanto querías. No veas qué ilusión llevaba la chavala. Y al llegar le he indicado, ahí está, en ese sobre. ¡Qué extraño! Un perro no cabe en una carta...
Lo ha abierto -con ayuda de su papá, claro, cualquiera se fía de las ocurrencias de un niño de seis años- y se ha encontrado un perrito como ella me había pedido una y mil veces. Se llama Milú, me he apresurado a decirle.
Ha leído el remite -¿a quién se le ocurría meter un perrito en una carta?, se preguntaría ella-. La respuesta, Jean Philippe Beaujean, Galerie Le Dessous du Dessin. Bélgica. Pero, en realidad, no era un perrito de verdad si no un dibujo del estudio Hergé que parece ser que fue utilizado para una campaña publicitaria (¿?). Y sea orginal de Hergé o no... ¡¡ni el mismo Hergé lo habría dibujado mejor!!
¡Ala, ya tiene la niña su perrito!
¡Ala, ya tiene la niña su perrito!
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